Tal vez ha llegado el momento de replantearnos un constitucionalismo nuevo para México. Un acercamiento distinto a la Constitución que parta de considerar algunas claves diversas a las que hemos usado, que acepte la realidad y sea capaz de construir una máquina capaz de entenderla y transformarla.
Este nuevo constitucionalismo podría tomar como base algunas de las ideas siguientes:
- El rechazo al uso de las categorías por el mero placer de usarlas.
- El repudio a la aceptación acrítica de los grandes nombres por el simple hecho de serlo.
- La aceptación del conflicto como una constante no sólo de la vida política, sino de la propia Constitución y sus doctrinas.
- La existencia de vida después del garantismo.
- La necesidad de leer a los otros y las otras, a quienes piensan distinto. Sobre todo, leerlas.
- El debate como elemento necesario de la creación intelectual.
- La realidad mexicana en toda su tragedia y grandeza. Tenerla siempre presente.
- La lucha por un lenguaje que sea preciso, claro y elegante a la vez.
- La apertura mental, no sólo a lo producido en Europa, sino también a lo que se piensa en otras partes de Latinoamérica, y sobre todo, eliminar el centralismo intelectual. Se piensa fuera de la Ciudad de México.
- La literatura, la música, las artes en general, como caminos para entender a la persona humana y a nuestra realidad.
No creo en el rechazo de lo existente, y menos en el asilamiento intelectual. Pero sí en introducir más realidad en nuestra disciplina. Un constitucionalismo rulfiano en el sentido de ver nuestra tierra, que es ver nuestra realidad, y aceptarla sin querer eliminar su tendencia contradictoria.
Un constitucionalismo de tierra, de arena, de asfalto. De pueblo y de ciudad, de Rulfo y de Cid Vela. Un constitucionalismo de plaza, de mercado, de taquería. Uno en que se reconozcan lo mismo Alfonso Reyes que Yordi Rosado.
Un constitucionalismo nuestro.