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Borges y el estado constitucional

“Zumban las balas en la tarde última./Hay viento y hay cenizas en el viento,/se dispersan el día y la batalla/ deforme, y la victoria es de los otros,/vencen los barbaros, los gauchos vencen…”

El poema “Conjetural” de Jorge Luis Borges es un texto conocido y justamente alabado que describe lo que pudo pensar Narciso Francisco de Laprida al morir; dejando a un lado el análisis literario de esa obra, afirmo que es un texto estupendo para hablar del estado constitucional, al menos en su versión burguesa decimonónica.

Lo que es hablar del estado liberal. Lo que es hablar de derechos fundamentales.

El Laprida del poema es un hombre culto y perteneciente a la élite. Un político y jurista que ha participado en la independencia de su país así como en la naciente vida política del mismo. Lo matan los bárbaros, los gauchos.

Los bárbaros del poema son los gauchos. Pero podrían ser los campesinos, los indígenas o los proletarios. Son los marginados, son bárbaros porque no son “hombres de razón”, o al menos no comparten la misma razón de Laprida “cuya voz proclamó la independencia de estas crueles provincias” continúa diciendo el poema.

Esos lapridas que existieron en Argentina lo mismo que en Europa o que en México, ¿qué ofrecieron políticamente a los bárbaros? Además desde luego del mote poco elogioso: ofrecieron un nuevo arreglo político que excluía el domino del Rey y lo cambiaba por el poder político de la República.

Unas nuevas repúblicas basadas en la afirmación de los derechos del hombre y del ciudadano. Pero también un nuevo arreglo que pasaba por mutar el carácter civil del derecho de propiedad por un nuevo estatus jurídico, el constitucional; así como la construcción de todos esos derechos sobre ese derecho cuasi sagrado.

Y la propiedad daba así la base para la tributación al estado. Pero también era el presupuesto necesario para participar en la representación política, porque la frase “no hay impuesto sin representación” debe ser completada con la afirmación de que no hay representación sin tributación, y esta no existe sin propiedad.

El que no es hombre y propietario no puede formar parte del grupo selecto de quienes participan en política.

Pero el bárbaro lo es no solo porque carece de propiedad que cause impuestos, también lo es en su calidad de analfabeto; el desconocer la lectura y la escritura lo inhabilita para la discusión pública dado que no puede enterarse de las teorías modernas ni puede por tanto tener una opinión informada de lo que sucede en la República.

Así el Laprida del poema les ofrece a los bárbaros del verso cambiar el dominio real por el dominio del hombre culto y rico, por medio de nuevas formas de gobierno que se divide para contrapesarse aunque todos quienes integren los órganos del estado sean hombres blancos, ricos y cultos.

Parece que a esos bárbaros, a esos gauchos del cabecilla Aldao la oferta de la élite les pareció poca. Y se repitieron después en los levantados en la Comuna, y en los que integraron los sindicatos  y en los campesinos que reclaman sus derechos. Los vimos en la revolución mexicana en el sur y en el norte.

Y parece que andan aún por ahí algunos lapridas y algunos gauchos, porque si bien la oferta se ha presentado de forma más sutil y atractiva, sigue sin convencer a quienes no quieren dejar que otros decidan.

Borges en su sabiduría tal vez no supo que su poema serviría para hablar de estos temas; aunque cabe pensar que lo intuyó.

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