En tiempos de Julio César, el famoso emperador romano, había lagunas grandes y graves en la predicción de las estaciones del año y el calendario que regía la vida de las personas. En efecto, siendo un calendario de 304 dias distribuidos en 10 meses, se hacían permanentemente ajustes para cuadrar los días y cambios de estación con lo que realmente sucedía en la naturaleza.
De igual manera, en el calendario se determinaba la fecha en la cual se debía pagar a la servidumbre, o las fechas en las cuales los funcionarios debían culminar sus cargos, así como las fechas para realizar votaciones.
Los encargados de tales ajustes eran los llamados pontífices paganos, quienes con el tiempo, empezaron a ser presionados para que los ajustes fuesen en beneficio de los funcionarios para prolongarlos en los cargos o para retrasar las fechas de pago civiles, convirtiéndose en un ejemplo de corrupción, pues tales ajustes se hacían con criterios políticos y no astronómicos o científicos, previo pago abundante a los ajustadores.
El resultado fue una verdadera anarquía, un desajuste de la realidad natural con el calendario y el daño era grande, pues al estar las actividades agrícolas directamente relacionadas con el calendario, esos “ajustes” afectaron en numerosas ocasiones la fecha correcta para la siembra de cultivos, lacerando la economía de quienes realizaban esas actividades para comerciar y para autoconsumo.
Julio César conoció a Sosígenes de Alejandría, quien tenia una propuesta más ordenada, que lograba sincronizar las fechas del calendario con las estaciones del año, al momento astronómico en el que sucedían, al cual le agregaron las correspondientes fiestas romanas. Su idea consiguió un éxito sin precedentes, implementándose el nuevo calendario en el año 46 antes de Cristo.
Fue hasta el año 1582 cuando el calendario juliano fue sustituido por el calendario gregoriano que actualmente nos rige y todos conocemos. Los nombres de los meses se ajustaron en ambas propuestas, un mes fue denominado julio en honor de Julio César, otro denominado agosto en honor a Cayo Octavio, primer emperador romano, quien sucedió a su tío Julio César después de su asesinato. Cayo Octavio recibió la distinción de Augusto que significaba “el que infunde o merece gran respeto y veneración”. Un calificativo que con el tiempo se volvió nombre propio.
“El mes agosto fue nombrado en honor a Cayo Octavio, primer emperador romano, que significa ‘el que infunde o merece gran respeto y veneración’. Un calificativo que con el tiempo se volvió nombre propio.”
Taylor Swift, una de las cantantes favoritas del ministro Arturo Fernando Saldivar Lelo de Larrea, le ha escrito e interpretado una melodía al mes de agosto, con ese mismo nombre. También se han inspirado en este mes para hacer algo similar, cantantes como Héroes del Silencio, Sting, NOFX, Bad Bunny, Christina Rosenvinge y Nacho Vega, por citar algunos.
Al pasar de adjetivo calificativo augustus, a nombre propio Augusto, el nombre abandona el calendario y se impregna en las personas. Augusto César Sandino, Augusto Pinochet, Augusto Putin, Augusto Roa Bastos, Augusto Rodin y Augusto Comte, son sólo algunas destacadas personalidades que han llevado el nombre, y quiero destacar a este último, francés, creador de la sociología y del positivismo, quien ejerció una profunda influencia en el mundo entero con sus ideas posrevolución francesa. Es precisamente su frase “El amor por principio, el orden por base, el progreso por fin”, la que inspiraría y usaría como eslogan el político Porfirio Díaz durante 30 años en México, que incluso está acuñada en la bandera brasileña, en portugués, con la frase “Ordem e Progresso”.
Fue Augusto Comte, quien dio clases en la Soborna de París, de forma destacada, transmitiendo su pensamiento, donde tuvo como alumno a Gabino Barreda, quien al volver a Mexico trajo consigo el Curso de filosofía positiva, y de forma curiosa lo impartió en la escuela nacional de medicina. En Guanajuato expuso un memorable discurso donde emocionado afirmaba sin titubeos la importancia que la educación podría tener en el desarrollo de México, conforme a la visión sociológica de Comte. El discurso lo escuchó Benito Juárez, quien no dudo, después de vencer al imperio de Maximiliano, en fundar la Escuela Nacional Preparatoria y nombrar a Gabino Barreda como su director general. Grandes pensadores como Justo Sierra o Rosendo Pineda, ejercieron el positivismo de Comte con matices mexicanos.
Quiso el destino que fuese otro mexicano quien pisara esas aulas parisinas, casualmente se llama Augusto. Es posiblemente el próximo presidente de nuestro país. Las conexiones del destino son un indescriptible choque de coincidencias. Con una carrera política notable, gobernador de Tabasco, Secretario de Gobernación y actualmente aspirante a la contienda electoral federal por Morena, es muy cercano al presidente Lopez Obrador, y en sus principales características está haberse forjado cercano a la gente, cercano a los vulnerables, y con herencia directa y destacada de tales principios en el ejemplo de vida de sus padres. En ese cruce de caminos, antes de los grandes nombres y los grandes cargos, el ahora presidente de México encontró en Adan Augusto a un compañero ideológico, a una persona afín, y de esa afinidad surgió la complicidad para recorrer juntos ese camino que pretende transformar a la nación, que inició como una visión y ahora es una realidad nacional histórica destacada, quizás equiparable a lo logrado por Lech Waleska en Polonia en los años ochenta.
En estos tiempos electorales, en este mes de agosto, donde tendremos dos super lunas, una de ellas azul, con el origen latín y romano del octavo mes calendario, y con el brinco de un adjetivo calificativo a nombre propio, es dable poner la lupa en Adán Augusto, ponderar sus firmes aspiraciones a dirigir las riendas de nuestro país, y valorar si querrá el destino y el electorado que sea él quien continúe impulsando la visión política que desde el partido en el poder se ha fomentado con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia.
Mucho tendrán que decir los demás aspirantes, será el gran elector quien defina el rumbo de la nación, pero es imposible ignorar o minimizar la figura ascendente de Adán Augusto, compañero de viaje político del presidente, cuyo nombre coincide con el mes que más calor registrará nuestro país, temperaturas que trascienden al mundo de la política y a la próxima contienda electoral, donde la música y el destino aun tienen mucho que decir. Agosto y Augusto calientan el año.